Bitácora de exploración
Fecha: 16 de agosto del 2017
Nombre de la actividad: Formas para vender productos en las calles de la
ciudad.
Lugar a visitar: Paseo de la Reforma
Objetivo: Analizar las diferentes formas de conseguir productos en las calles de una de las zonas más
importantes en cuanto a mercado turístico de la ciudad.
Ciudad de México, 16 de agosto del 2017, 17 hrs.
Me encuentro paseando por una de las zonas que mejor conozco de la ciudad pero
que al mismo tiempo siempre logra sorprenderme con un rincón nuevo, un lugar
inesperado y experiencias gratificantes; me encuentro en Paseo de la Reforma, específicamente
en el área del Ángel de la Independencia, más conocido como Zona Rosa.
A lo largo de mi paseo me voy percatando de los diferentes
lugares que venden productos, tanto establecidos como ambulantes, personas que
caminan tratando de vender dulces y cigarros hasta estudiantes de gastronomía
quienes buscan solventar sus gastos abordándote de una manera un tanto abrupta
a la que, con mucho trabajo, puedes decir que no y que lo entiendan.
Decido pasar a comprar una botella de agua a una de las
tiendas de autoservicio cuyo local está establecido en la zona de comida más
concurrida del lugar donde se me atiende sin mucho ánimo, de forma casi
automatizada y tras pagar (y sin respuesta a mi “gracias” de despedida), me
retiro del lugar que, si bien esta impecable de limpio y con los precios
correspondientes a todas las sucursales de la misma tienda de autoservicio, se
siente como un lugar más en el que solo entras, pagas y te vas.
Después de un tiempo de estar con un par de amigos que encontré
por el lugar deciden ir a una pequeña tienda un poco más alejada del bullicio.
El lugar en cuestión es bastante pequeño pero tiene todo a la vista y detrás de
un mostrador para evitar así el robo de objetos, nos atendió un señor algo mayor
a quien le calculé cerca de 55 años pero que nos saludó de forma efusiva, hasta
nos preguntó qué tal iba nuestro día. Después de pedir y pagar el señor nos dio
las gracias de manera muy amable y nos deseó un buen día, a lo cual se lo respondí
de igual manera con una sonrisa sincera en el rostro.
Tras salir de la tienda más pequeña, fuimos a sentarnos a una
de las bancas centrales de la zona donde platicamos durante un rato hasta que
una señora que iba cargando a un niño de no más de dos años se nos acercó poniéndonos
frente a la cara su canasta de lo que vendía, chicles, dulces varios y cigarros,
de los cuales compramos tres, uno para cada uno de nosotros y después de
pagarle y recibir de ella las gracias con una voz que se notaba ya cansada nos
dispusimos a encender los cigarros, cuando nos abordó el que, sin saberlo,
sería la cuarta persona en anotar en esta bitácora.
Un chico de no más de 20 años se nos acercó con una sonrisa
nerviosa y comenzó a hablar como si lo hubiera estado ensayando todo; comenzó con
un chiste sobre lo malo que era fumar, después se disculpó por abordarnos tan
de golpe y comenzó a hablar de su escuela de gastronomía en la cual le pedían
vender cierta cantidad de pasteles tipo madalenas o bien conocidos como
cupcakes y el cómo podríamos ayudarle comprando un par, nos mencionó los
sabores y los ingredientes de manera muy rápida y nerviosa cuando uno de mis
acompañantes le dijo que no quería, el chico siguió insistiendo un par de veces
hasta que accedí a comprarle uno, lo tome de la charola cerrada que sostenía y tras
darme las gracias y desearme lo mejor del mundo, se retiró y se juntó con otros
cuatro chicos que también sostenían charolas en sus manos.
Por el momento que estuve en la zona, cerca de dos horas
esto fue lo que ocurrió, dejando de momento mis anotaciones hasta una próxima actividad.